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1.5 El chino en la historia

Los textos chinos conocidos más antiguos que han sido transmitidos hasta nuestra época se encuentran en algunas partes de las tres obras Clásico de las odas (詩經 Shījīng), Clásico de los cambios (易經 Yìjīng) y Clásico de los documentos (書經 Shūjīng). Las versiones completas de estos escritos, libros clásicos de la antigüedad china, son el resultado de un periodo largo de desarrollo que incluye reelaboraciones y añadidos posteriores, pero las peculiaridades léxicas y gramaticales de algunos pasajes permiten identificar una forma de la lengua muy antigua, que presenta diferencias claras con otras partes más tardías en esas mismas obras. A esa forma más arcaica de la lengua que asoma en los textos más antiguos se la conoce como chino preclásico. Desde el siglo XX, los descubrimientos arqueológicos de inscripciones de carácter ritual sobre caparazones de tortugas han extendido aun más hacia el pasado, hasta la dinastía Shāng (, c. 1600 a. de C. - 1046 a. de C.) del II milenio a. de C., nuestro conocimiento sobre la lengua china. Estos descubrimientos arqueológicos han permitido conocer mejor los orígenes del chino escrito.

Es en las postrimerías de la dinastía Zhōu (, 1045 a. de C. - 256 a. de C.) cuando florece el pensamiento chino de la antigüedad con la aparición de una clase intelectual de letrados cuyo legado abarca numerosos textos que recogen sus reflexiones políticas, históricas y éticas sobre la sociedad en la que vivieron. Entre estos textos caben destacar las grandes obras del confucianismo, como las Analectas (論語 Lúnyǔ), atribuidas al propio Confucio (孔子 Kǒngzǐ) o el Libro de Mencio (孟子 Mèngzǐ), atribuido al discípulo de Confucio que le ha dado nombre. Estas obras de finales de la dinastía Zhou acabaron conformando un canon cultural que definiría la norma culta de la lengua china durante los veinticinco siglos posteriores, hasta principios del siglo XX. A esta forma de la lengua china fijada en obras como las Analectas y sus coetáneas la llamamos chino clásico o chino literario1.

El chino clásico que emana de estos textos antiguos se convirtió en el referente normativo para la lengua escrita. Pese a la inevitable evolución del chino hablado y a pequeños cambios estílisticos, gramaticales y léxicos en el chino escrito en los dos milenios siguientes, el prestigio de esas obras clásicas de la dinastía Zhōu mantuvo una unidad en la lengua escrita, mientras la lengua hablada se alejaba cada vez más de este estándar antiguo y se fragmentaba en variedades muy diferentes. En cierto modo, la situación del chino clásico hasta principios del siglo XX se asemeja a la del latín en la Europa medieval. Incluso mucho después de que se hubiera dividido en hablas romances ininteligibles entre sí, el latín mantuvo su vigencia como gran lengua de cultura en Europa. Todavía en el siglo XVI, Tomás Moro escribió su Utopía en latín y también Isaac Newton en el siglo XVII escribió gran parte de su obra científica, como los Principia, en latín, algo normal en aquella época.

Esta analogía entre el uso del chino clásico y el latín, gran lengua de cultura de la Europa Occidental durante siglos, ilustra bastante bien la manera en que el mundo chino se aferró también a una lengua fosilizada en su pasado cultural más esplendoroso como instrumento de comunicación escrito. Sin embargo, en Europa cristalizaron identidades nacionales en torno a las lenguas habladas, y estas nuevas identidades llevaron a la adopción de diferentes ortografías y normas cultas para las variedades lingüísticas de mayor prestigio, como el castellano o el toscano. La irrupción de estas nuevas lenguas condenó al latín a su actual condición de lengua muerta. En el caso del chino, no se produciría un movimiento análogo hasta entrado el siglo XX, cuando algunos intelectuales encabezados por Hu Shih (胡適 Hú Shí) abogaron por el establecimiento de una norma culta de la lengua china basada en el idioma que realmente se hablaba. Este movimiento en favor de la lengua vernácula o habla blanca (白話 báihuà) y en detrimento de la lengua literaria (文言文 wényánwén) dio lugar, no sin polémica, al abandono del chino clásico y a la adopción paulatina de un nuevo estilo de lengua escrita basada en el modelo del dialecto pekinés.

La adopción de un nuevo modelo estándar del chino escrito consolidaba una tendencia que ya se apreciaba en el siglo XIX hacia un mayor uso de construcciones propias del habla oral en el lenguaje escrito. Esta tendencia fue quizá inevitable debido a la irrupción de nuevas tecnologías como la radio o el teléfono, ya que una de las grandes limitaciones del chino clásico como instrumento de comunicación era la difícil comprensión de los textos leídos en voz alta. Esta dificultad del uso oral del chino clásico se debía a dos factores: por un lado, la variedad de pronunciaciones regionales, hecho nada sorprendente si tenemos en cuenta que la escritura del chino no es propiamente fonética. Por otro lado, en el chino escrito cada sílaba se representa por un carácter y hay muchos caracteres homófonos (con igual pronunciación). Mientras que gran parte del léxico del chino clásico correspondía a términos monosilábicos, representados por un solo carácter, en el chino hablado se había extendido el uso de términos bisílabos que eliminaban la gran ambigüedad fonética del chino clásico. Por ejemplo, palabras como país y rey son en chino clásico guó y wáng (utilizando la transcripción estándar actual), sílabas que tienen muchos otros significados, mientras que el chino hablado utiliza las formas guójiā y guówáng, en las que la presencia de dos sílabas elimina la ambigüedad oral de los términos monosílabos. Haciendo una simplificación un tanto burda, podemos decir que el chino clásico era un idioma para ser leído, difícil de adaptar al uso oral.

La adopción de una norma culta basada en la lengua hablada chocaba sin embargo con la gran diversidad dialectal de China. Históricamente, la principal división de China ha sido entre el norte y el sur2 y esto se reflejaba en la lengua en la gran diferencia entre los dialectos norteños y los del sur. En un primer momento, se intentó establecer una norma culta basada en una suerte de compromiso entre el habla del norte y los dialectos sureños3. Sin embargo, una lengua híbrida como la propuesta era prácticamente imposible de dominar y más adelante se acabó tomando una decisión mucho más fácil de implantar: la adopción del dialecto pekinés como modelo del nuevo chino normativo. Esta adopción de un estándar basado en el habla de Pekín facilitó la difusión de esta variedad del chino como la lengua nacional (國語 guóyǔ). Aparte del prestigio de Pekín como antigua capital imperial (pese a que había cedido la capitalidad a Nanjing durante el periodo republicano), el chino pekinés tenía la ventaja de pertenecer al grupo dialectal norteño cuya extensión geográfica abarcaba ya más de la mitad del territorio de lengua china, extendiéndose no solo por el norte, sino también por todo el oeste de China. A este grupo dialectal se le conoce habitualmente en Occidente como mandarín4. Debido a su uso como modelo de la lengua estándar, también es frecuente el uso de mandarín, o mandarín estándar, para referirse a esta. En la China republicana de la primera mitad del siglo XX a esta nueva forma estándar del idioma chino se le dio el nombre, ya mencionado, de lengua nacional, calco de la expresión japonesa equivalente. Tras el final de la Guerra Civil China en 1949, el nuevo régimen comunista mantuvo la promoción de la lengua estándar basada en el dialecto pekinés, pero sustituyó el nombre de lengua nacional por el de habla corriente (普通話 pǔtōnghuà), más políticamente correcto en el contexto de la ideología comunista, que consideraba a todos los grupos lingüísticos del país como parte de la nación china.

1. A veces se reserva la denominación chino clásico para la lengua de esas obras antiguas, mientras que chino literario suele abarcar también los estilos tardíos de los siglos posteriores, hasta la reforma del idioma escrito a principios del siglo XX.

2. A veces se considera al río Yangzi como frontera entre el norte y el sur de China, aunque el criterio más riguroso asigna esta función divisoria al río Huai, afluente del Yangzi.

3. Según cuenta S. Robert Ramsey en The Languages of China (pp. 5 - 8), este modelo híbrido se estableció a través de un congreso celebrado en 1913, que dio lugar al Diccionario de pronunciación nacional (國音詞典 Guóyīn Cídiǎn), publicado en 1919.

4. El término mandarín fue aplicado antiguamente por los europeos al idioma que se hablaba en la corte imperial. En esta acepción, el término chino es 官話 guānhuà. Por extensión, la denominación mandarín se acabó utilizando para referirse a todas las variedades lingüísticas del norte y oeste de China mutuamente inteligibles entre sí, diferentes de los dialectos sureños como el cantonés; el término chino es 北方話 běifānghuà (habla norteña) o 北方方言 běifāng fāngyán (dialecto norteño). Por influencia occidental, en la literatura china sobre lingüística se ha hecho también habitual el uso de guānhuà en este sentido.

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